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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Transgénicos a traición...


APROBADO A TRAICIÓN 
Los monstruos transgénicos de la química BASF
La Comisión Europea ha autorizado una patata transgénica, denominada Amflora, de la multinacional química BASF.  Se trata de un hecho grave. Esta patata es un Organismo Modificado Genéticamente (OMG) peligroso para la salud y el medio ambiente. ¡Lleva un gen que podría anular el efecto de ciertos antibióticos empleados para tratar, por ejemplo, la tuberculosis! 
La Organización Mundial de la Salud, la Agencia Europea del Medicamento, el Instituto Pasteur han pedido que no se comercialicen estos genes.
La Comisión ha empleado para la aprobación de ayer un atajo administrativo que permite al Presidente y a un comisario aprobar algo sin pasar por el conjunto de los comisarios. Esto es una vergüenza porque supone esconderse detrás de un procedimiento burocrático para obligar a los europeos a cultivar e ingerir los monstruitos de la BASF sin ser informados de ello.

SE LO VAN A DAR A LOS ANIMALES
Aunque se va a cultivar fundamentalmente para uso industrial, nos la encontraremos en nuestros platos por varios motivos. Porque se ha autorizado para uso en piensos compuestos, por lo que de todos modos nos llegará a través de los derivados animales, igual que con el maíz.
Y porque se colará en la cadena alimentaria por contaminación. Los mismos que la han autorizado (y BASF) saben que la contaminación de los alimentos será inevitable en nuestros platos, cacerolas y sartenes, y lo reconoce el propio texto.
Eso supone que no es científicamente descartable que acabemos comiendo tortillas que anulen el efecto de medicamentos importantes, por ejemplo. A menos que entre todos consigamos parar esta locura y que el Gobierno de España prohíba su cultivo.  

Greenpeace ha organizado un manifestación el 17 de abril 2010 en Madrid contra los transgénicos.

NOS LOS METEN CON CALZADOR Y POR LA ESPALDA 
Europa autoriza 5 nuevos cultivos transgénicos por vez primera en 12 años
- Aprueba la comercialización de tres variedades de maíz transgénico
- Son producidos en EEUU y no podrán ser cultivados en territorio europeo
La Comisión Europea (CE) ha aprobado, 12 años después de la última autorización, cinco nuevos organismos genéticamente modificados (OGM), entre ellos el cultivo de una variedad de patata.
Los cinco expedientes de OGM aprobados son una patata para cultivo con fines industriales, la utilización de la fécula de esa patata como pienso, así como la comercialización de tres tipos de maíz transgénico que sin embargo no podrán ser cultivados en territorio europeo.
La verdadera novedad es la autorización de la papa Amflora, un tubérculo diseñado por la empresa BASF para el uso industrial para piensos de animales. La Comisión Europea no había dado su luz verde a los cultivos transgénicos en Europa desde 1998.
"Los tres tipos de maíz modificados genéticamente (MON863xMON810, MON863xNK603, y MON863xMON810xNK603), recibieron una opinión positiva de la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) y superó el proceso completo de autorización establecido en la legislación de la UE", dijo la Comisión en un comunicado. Los tres son fabricados por la compañía de biotecnología estadounidense Monsanto para usos de alimentación y pienso, para su importación y procesamiento en la Unión Europea (UE).

Un asunto delicado 
Asimismo, la CE ha confirmado su intención de proponer en verano un cambio en la legislación sobre transgénicos para dar a los países más libertad a la ahora de decidir si quieren cultivar o no OGM.
El nuevo comisario de Salud, John Dalli, admitió en rueda de prensa lo "delicado" del asunto de los organismos genéticamente modificados (OGM), pero defendió que las decisiones de Bruselas son el resultado de una evaluación exhaustiva de los distintos expedientes. Además, recalcó que los dictámenes científicos de la Autoridada Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) son la "base" de las decisiones.
Preguntado por la polémica que los OGM suscitan en la Unión Europea y el rechazo de parte de la opinión pública, Dalli apostó por la "innovación responsable" y por avanzar en el uso de nuevas tecnologías, pero insistió en que Bruselas se apoyará en los datos científicos para asegurar que "no hay duda" sobre las garantías de seguridad para los ciudadanos europeos.

Condiciones muy estrictas
El comisario recalcó que la autorización de cultivo para la patata Amflora está sujeta a "condiciones muy estrictas" para evitar su propagación a otros cultivos. Por eso, se impone la "separación física" del tubérculo transgénico de otras patatas destinadas al consumo humano en todo el proceso de recolección, almacenamiento, transporte, etc.
Además, deberá ser cogida del campo antes de que produzca semillas y su comercialización se hará directamente sujeta a un contrato con las empresas papeleras. "No son para la comercialización (de productos para consumo) humano", insistió el comisario Dalli, que negó presiones a su persona por parte del fabricante BASF para acelerar esta autorización.
Fuentes comunitarias consultadas por Europa Press admitieron que la autorización para el cultivo incluye una cláusula que autoriza la "presencia accidental" de un 0,9% de este transgénico en alimentos para las personas y animales.

EUROPA SE RESISTE A LOS TRANSGÉNICOS
Europa representa la resistencia más férrea del mundo actual contra los productos transgénicos. La "Conferencia Europea sobre regiones libres de OGM (Organismos Genéticamente Modificados), biodiversidad y desarrollo rural", que ha tenido lugar en Berlín los días 22 y 23 de enero 2010, ha reunido a representantes de gobiernos regionales, agricultores y activistas de organizaciones ecológicas procedentes de todos los rincones de los 25. Su objetivo consiste en impulsar normativas europeas desde iniciativas locales y regionales frente a las concesiones que la Unión Europea empezó a hacer el año pasado ante la presión estadounidense. Pero la resistencia europea tiene una larga historia a sus espaldas.

NUESTRA LEGISLACIÓN EUROPEA NO ADMITE TRANSGÉNICOS
En 1997, la Unión Europea comenzó a elaborar su propia legislación sobre transgénicos y lo hizo imponiendo el etiquetado para la venta de todos los productos derivados de ingredientes genéticamente modificados (la legislación ha ido evolucionando y con su última modificación, en 2003, se podía identificar cualquier producto transgénico, excepto aquellos que procedían de animales alimentados con los mismos). El hecho de que grandes importadores, como Estados Unidos, se negaran al etiquetado, sumado al hecho de que un 70% de los europeos se niega a consumir estos productos ha supuesto que las estanterías de los supermercados europeos se hayan mantenido prácticamente "limpias". La presión de una opinión pública que se niega a servir de conejillo de indias a las grandes empresas ha obligado a grandes compañías de alimentación y supermercados a comprometerse a no utilizar OGM en Europa (el informe de Greenpeace "No Market for GM labelled food in Europe", de enero de 2005, presenta una lista que incluye nombres como Kraft, Mc Donalds, Nestlé, Kellog...).
Por otro lado, la Comisión Europea había establecido una moratoria de facto por cinco años (una prohibición a la importación) que afectaba a todos los organismos genéticamente modificados. La presión estadounidense no se hizo esperar y, después de varias amenazas, decidió llevar el caso a la Organización Mundial del Comercio acusando a Europa de imponer barreras innecesarias al comercio. Ante esta presión la Comisión Europea decidió no esperar al "veredicto" de la OMC (que debía llegar en la segunda mitad de 2005) y se cubrió las espaldas con la aprobación, en mayo de 2004, del maíz genéticamente modificado Bt 11, producido por la empresa suiza Syngenta para ser utilizado como alimento; y en julio de 2004 del maíz genéticamente modificado NK603, producido por la empresa estadounidense Monsanto (que comercializa el 90% de las semillas transgénicas que se venden en el mundo) para ser utilizado como pienso.
Pero los granjeros, ecologistas y consumidores de Europa siguen sin querer OGMs y han emprendido sus propias acciones. Así surge el movimiento de las regiones libres de OGM que ha sido la base de la conferencia del pasado fin de semana en Berlín. La idea consiste en aprovechar el poder de los gobiernos locales y regionales para declarar pequeñas zonas libres de transgénicos. Hasta el momento sólo 20.000 hectáreas de toda Europa (localizadas en España) utilizan cultivos comerciales de este tipo y la idea es que no aumente, o al menos no demasiado. Están dispuestos a aceptar zonas de "co-existencia" de cultivos transgénicos y tradicionales, si así consiguen garantizar otras zonas totalmente libres de OGM. Aunque esta co-existencia también debe ser regulada, ya que uno de los grandes peligros de los cultivos transgénicos es la contaminación a través del fluido de semillas de unos cultivos a otros. El peligro de desestabilización de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad constituye la "preocupación ecológica" al igual que los riesgos contra la salud conforman la "preocupación humana".

GRECIA A LA CABEZA
Durante la conferencia cada país expuso su situación. A la cabeza de todos se sitúa Grecia, donde las 54 comunidades que componen el país han votado a favor de declararse "áreas libres de OGM", convirtiendo el territorio griego en el primero de la Unión en cubrirse de zonas libres de áreas transgénicas. Por supuesto, no todos los casos son así. También encontramos países donde apenas una decena de municipios han conseguido ese estatus. En total, según datos de la organización Amigos de la Tierra, hay más de 100 regiones (según el termino "región europea") y más de 3.500 áreas sub-regionales que se han declarado ya libres de Organismos Genéticamente Modificados. Aunque según lo expuesto en la conferencia es muy posible que la cifra siga aumentando en vista de la cantidad de regiones que lo están discutiendo en sus parlamentos o que han establecido moratorias provisionales.
Al final de la conferencia se publicó un manifiesto con el título "Nuestra tierra, nuestro futuro, nuestra Europa" en el que bajo ocho premisas (nuestra elección, nuestras semillas, nuestra diversidad de "agri-cultura", nuestra diversidad natural, nuestra seguridad, nuestra soberanía en alimentos y etiquetado, nuestra co-existencia y nuestra Europa) se explicaban las bases de una lucha por mantener los transgénicos lejos de la UE.
La discusión sobre las posibilidades de futuro que ofrecen los OGM sigue abierta. Aunque una mayoría opina que las desventajas y peligros son muy superiores a sus beneficios, las investigaciones siguen y los productos elaborados a base de transgénicos están siendo consumidos por una gran cantidad de la población mundial, especialmente en los países en vías de desarrollo. La iniciativa de las regiones libres de OGM es una de las más inteligentes que se han puesto en marcha en los últimos años. Desde el escalón más pequeño, desde la granja más modesta, desde ayuntamientos y comunidades de vecinos, los ciudadanos exigen que el terreno en el que viven sea libre de transgénicos, ¿quién puede reprochárselo? Parece que algunos se han aprendido la lección: "piensa globalmente, actúa localmente".

¿Quién decide lo que comemos?
¿Y qué puedo hacer yo?

1) Para dar un paso adelante hacia el comercio justo y responsable, ponte en contacto con cooperativas y redes de consumo solidario. Puedes encontrarlas CanalSolidario.org
2) Propón a tu ayuntamiento que se convierta en municipio libre de transgénicos.
3) Greenpeace te invita a convertirte en observador u observadora de transgénicos, y avisar a la organización en el caso que encuentres un producto que no especifique si contiene o no OGM.
4) Participa en la campaña No te comas el mundo, a favor de la soberanía alimentaria y por el reconocimiento de la deuda ecológica.

¿Que es esto?
La creciente mercantilización de la agricultura es una realidad innegable a día de hoy. La privatización de los recursos naturales, las políticas de ajuste estructural, los procesos de “descampesinización” e industrialización de los modelos productivos y los mecanismos de transformación y distribución de alimentos nos han conducido a la actual situación de crisis alimentaria.
En este contexto, ¿quién decide lo que comemos? La respuesta es clara: un puñado de multinacionales de la industria agroalimentaria, con el beneplácito de gobiernos e instituciones internacionales, acaban imponiendo sus intereses privados por encima de las necesidades colectivas. Ante esta situación, nuestra seguridad alimentaria está gravemente amenazada.

NO LES IMPORTAMOS 
La supuesta “preocupación” por parte de gobiernos e instituciones como el G8, G20, Organización Mundial del Comercio, etc., frente al aumento del precio de los alimentos básicos y su impacto en las poblaciones más desfavorecidas, que mostraron en el transcurso del año 2008 en cumbres internacionales, no ha hecho sino mostrar su profunda hipocresía. El actual modelo agrícola y alimentario les reporta importantes beneficios económicos, siendo utilizado como instrumento imperialista de control político, económico y social respecto a los países del Sur global.
Como señalaba el movimiento internacional de La Vía Campesina, al final de la última reunión de la FAO en Roma a mediados de noviembre: “La ausencia de los jefes de estado de los países del G8 ha sido una de las causas principales del fracaso total de esta cumbre. No se tomaron medidas concretas para erradicar el hambre, detener la especulación sobre los alimentos o frenar la expansión de los agrocombustibles”. Asimismo, apuestas como el Partenariado Global para la Agricultura y la Seguridad Alimentaria y el Fondo Fiduciario para la Seguridad Alimentaria del Banco Mundial, que cuentan con el apoyo explícito del G8 y del G20, apuntan en esta dirección, dejando nuestra alimentación, una vez más, en manos del mercado.
De todos modos, la reforma del Comité de Seguridad Alimentaria (CSA) de la FAO es, según La Vía Campesina, un paso adelante en la dirección de “democratizar” las decisiones entorno la agricultura y la alimentación: “al menos este espacio respeta la regla básica de la democracia, esto es, el principio de “un país, un voto” y otorga un nuevo espacio a la sociedad civil”. Aunque está por ver la capacidad de incidencia real del CSA.

Monopolios
La cadena agroalimentaria está sometida, en todo su recorrido, a una alta concentración empresarial. Si empezamos por el primero de los tramos, las semillas, observamos como diez de las mayores compañías (como Monsanto, Dupont, Syngenta, Bayer…) controlan, según datos del Grupo ETC, la mitad de sus ventas. Las leyes de propiedad intelectual, que dan a las compañías derechos exclusivos sobre las semillas, han estimulado aún más la concentración empresarial del sector y han erosionado de base el derecho campesino al mantenimiento de las semillas autóctonas y la biodiversidad.
La industria de las semillas está íntimamente ligada a la de los pesticidas. Las mayores compañías semilleras dominan también este otro sector y, frecuentemente, el desarrollo y comercialización de ambos productos se realizan juntos. Pero en la industria de los pesticidas el monopolio es aún superior y las diez mayores firmas controlan el 84% del mercado global. Esta misma dinámica se observa también en el sector de la distribución de alimentos y en el del procesamiento de bebida y comida. Se trata de una estrategia que va en aumento.
La gran distribución, al igual que otros sectores, cuenta con una alta concentración empresarial. En Europa, entre los años 1987 y 2005, la cuota de mercado de las diez mayores multinacionales de la distribución significaba un 45% del total y se pronosticaba que ésta podría llegar a un 75% en los próximos 10-15 años. En países como Suecia, tres cadenas de supermercados controlan alrededor del 95,1% de la cuota de mercado; y en países como Dinamarca, Bélgica, Estado español, Francia, Holanda, Gran Bretaña y Argentina, unas pocas empresas dominan entre el 60% y el 45% del total. Las megafusiones son la dinámica habitual. Este monopolio y concentración permite un fuerte control a la hora de determinar qué consumimos, a qué precio, de quién procede, cómo ha sido elaborado.

Hacer negocio con el hambre
En plena crisis alimentaria, las principales multinacionales de la industria agroalimentaria anunciaban cifras récord de ganancia. Monsanto y Du Pont, las principales compañías de semillas, declaraban una subida de sus beneficios del 44% y del 19% respectivamente en el 2007 en relación con el año anterior. En la misma dirección apuntaban los datos de las empresas de fertilizantes: Potash Corp, Yara y Sinochem, que vieron subir sus beneficios en un 72%, 44% y 95% respectivamente entre el 2007 y el 2006. Las procesadoras de alimentos, como Nestlé, señalaban también un aumento de sus ganancias, así como supermercados como Tesco, Carrefour y Wal-Mart. Mientras millones de personas en el mundo no tenían acceso a los alimentos.
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