APROBADO A
TRAICIÓN
Los
monstruos transgénicos de la química BASF
La Comisión
Europea ha autorizado una patata transgénica, denominada Amflora, de la
multinacional química BASF. Se trata de un hecho grave. Esta patata es un
Organismo Modificado Genéticamente (OMG) peligroso para la salud y el
medio ambiente. ¡Lleva un gen que podría anular el efecto de ciertos
antibióticos empleados para tratar, por ejemplo, la tuberculosis!
La
Organización Mundial de la Salud, la Agencia Europea del Medicamento, el
Instituto Pasteur han pedido que no se comercialicen estos genes.
La Comisión
ha empleado para la aprobación de ayer un atajo administrativo que permite
al Presidente y a un comisario aprobar algo sin pasar por el conjunto de
los comisarios. Esto es una vergüenza porque supone esconderse detrás de
un procedimiento burocrático para obligar a los europeos a cultivar e
ingerir los monstruitos de la BASF sin ser informados de ello.
SE LO VAN A
DAR A LOS ANIMALES
Y porque se
colará en la cadena alimentaria por contaminación. Los mismos que la han
autorizado (y BASF) saben que la contaminación de los alimentos será
inevitable en nuestros platos, cacerolas y sartenes, y lo reconoce el
propio texto.
Eso supone
que no es científicamente descartable que acabemos comiendo tortillas que
anulen el efecto de medicamentos importantes, por ejemplo. A menos que
entre todos consigamos parar esta locura y que el Gobierno de España
prohíba su cultivo.
Greenpeace ha organizado un manifestación el 17 de abril 2010 en Madrid contra los transgénicos.
NOS LOS
METEN CON CALZADOR Y POR LA ESPALDA
Europa
autoriza 5 nuevos cultivos transgénicos por vez primera en 12 años
- Aprueba
la comercialización de tres variedades de maíz transgénico
- Son
producidos en EEUU y no podrán ser cultivados en territorio europeo
La Comisión
Europea (CE) ha aprobado, 12 años después de la última autorización, cinco
nuevos organismos genéticamente modificados (OGM), entre ellos el cultivo
de una variedad de patata.
La
verdadera novedad es la autorización de la papa Amflora, un tubérculo
diseñado por la empresa BASF para el uso industrial para piensos de
animales. La Comisión Europea no había dado su luz verde a los cultivos
transgénicos en Europa desde 1998.
"Los tres
tipos de maíz modificados genéticamente (MON863xMON810, MON863xNK603, y
MON863xMON810xNK603), recibieron una opinión positiva de la EFSA
(Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) y superó el proceso completo
de autorización establecido en la legislación de la UE", dijo la Comisión
en un comunicado. Los tres son fabricados por la compañía de biotecnología
estadounidense Monsanto para usos de alimentación y pienso, para su
importación y procesamiento en la Unión Europea (UE).
Un asunto
delicado
Asimismo,
la CE ha confirmado su intención de proponer en verano un cambio en la
legislación sobre transgénicos para dar a los países más libertad a la
ahora de decidir si quieren cultivar o no OGM.
El nuevo
comisario de Salud, John Dalli, admitió en rueda de prensa lo "delicado"
del asunto de los organismos genéticamente modificados (OGM), pero
defendió que las decisiones de Bruselas son el resultado de una evaluación
exhaustiva de los distintos expedientes. Además, recalcó que los
dictámenes científicos de la Autoridada Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA,
por sus siglas en inglés) son la "base" de las decisiones.
Preguntado
por la polémica que los OGM suscitan en la Unión Europea y el rechazo de
parte de la opinión pública, Dalli apostó por la "innovación responsable"
y por avanzar en el uso de nuevas tecnologías, pero insistió en que
Bruselas se apoyará en los datos científicos para asegurar que "no hay
duda" sobre las garantías de seguridad para los ciudadanos europeos.
Condiciones muy estrictas
El
comisario recalcó que la autorización de cultivo para la patata Amflora
está sujeta a "condiciones muy estrictas" para evitar su propagación a
otros cultivos. Por eso, se impone la "separación física" del tubérculo
transgénico de otras patatas destinadas al consumo humano en todo el
proceso de recolección, almacenamiento, transporte, etc.
Además,
deberá ser cogida del campo antes de que produzca semillas y su
comercialización se hará directamente sujeta a un contrato con las
empresas papeleras. "No son para la comercialización (de productos para
consumo) humano", insistió el comisario Dalli, que negó presiones a su
persona por parte del fabricante BASF para acelerar esta autorización.
Fuentes
comunitarias consultadas por Europa Press admitieron que la autorización
para el cultivo incluye una cláusula que autoriza la "presencia
accidental" de un 0,9% de este transgénico en alimentos para las personas
y animales.
EUROPA SE
RESISTE A LOS TRANSGÉNICOS
Europa
representa la resistencia más férrea del mundo actual contra los productos
transgénicos. La "Conferencia Europea sobre regiones libres de OGM
(Organismos Genéticamente Modificados), biodiversidad y desarrollo rural",
que ha tenido lugar en Berlín los días 22 y 23 de enero 2010, ha reunido a
representantes de gobiernos regionales, agricultores y activistas de
organizaciones ecológicas procedentes de todos los rincones de los 25. Su
objetivo consiste en impulsar normativas europeas desde iniciativas
locales y regionales frente a las concesiones que la Unión Europea empezó
a hacer el año pasado ante la presión estadounidense. Pero la resistencia
europea tiene una larga historia a sus espaldas.
NUESTRA
LEGISLACIÓN EUROPEA NO ADMITE TRANSGÉNICOS
En 1997, la
Unión Europea comenzó a elaborar su propia legislación sobre transgénicos
y lo hizo imponiendo el etiquetado para la venta de todos los productos
derivados de ingredientes genéticamente modificados (la legislación ha ido
evolucionando y con su última modificación, en 2003, se podía identificar
cualquier producto transgénico, excepto aquellos que procedían de animales
alimentados con los mismos). El hecho de que grandes importadores, como
Estados Unidos, se negaran al etiquetado, sumado al hecho de que un 70% de
los europeos se niega a consumir estos productos ha supuesto que las
estanterías de los supermercados europeos se hayan mantenido prácticamente
"limpias". La presión de una opinión pública que se niega a servir de
conejillo de indias a las grandes empresas ha obligado a grandes compañías
de alimentación y supermercados a comprometerse a no utilizar OGM en
Europa (el informe de Greenpeace "No Market for GM labelled food in Europe",
de enero de 2005, presenta una lista que incluye nombres como Kraft, Mc
Donalds, Nestlé, Kellog...).
Pero los
granjeros, ecologistas y consumidores de Europa siguen sin querer OGMs y
han emprendido sus propias acciones. Así surge el movimiento de las
regiones libres de OGM que ha sido la base de la conferencia del pasado
fin de semana en Berlín. La idea consiste en aprovechar el poder de los
gobiernos locales y regionales para declarar pequeñas zonas libres de
transgénicos. Hasta el momento sólo 20.000 hectáreas de toda Europa
(localizadas en España) utilizan cultivos comerciales de este tipo y la
idea es que no aumente, o al menos no demasiado. Están dispuestos a
aceptar zonas de "co-existencia" de cultivos transgénicos y tradicionales,
si así consiguen garantizar otras zonas totalmente libres de OGM. Aunque
esta co-existencia también debe ser regulada, ya que uno de los grandes
peligros de los cultivos transgénicos es la contaminación a través del
fluido de semillas de unos cultivos a otros. El peligro de
desestabilización de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad constituye
la "preocupación ecológica" al igual que los riesgos contra la salud
conforman la "preocupación humana".
GRECIA A LA
CABEZA
Durante la
conferencia cada país expuso su situación. A la cabeza de todos se sitúa
Grecia, donde las 54 comunidades que componen el país han votado a favor
de declararse "áreas libres de OGM", convirtiendo el territorio griego en
el primero de la Unión en cubrirse de zonas libres de áreas transgénicas.
Por supuesto, no todos los casos son así. También encontramos países donde
apenas una decena de municipios han conseguido ese estatus. En total,
según datos de la organización Amigos de la Tierra, hay más de 100
regiones (según el termino "región europea") y más de 3.500 áreas sub-regionales
que se han declarado ya libres de Organismos Genéticamente Modificados.
Aunque según lo expuesto en la conferencia es muy posible que la cifra
siga aumentando en vista de la cantidad de regiones que lo están
discutiendo en sus parlamentos o que han establecido moratorias
provisionales.
La
discusión sobre las posibilidades de futuro que ofrecen los OGM sigue
abierta. Aunque una mayoría opina que las desventajas y peligros son muy
superiores a sus beneficios, las investigaciones siguen y los productos
elaborados a base de transgénicos están siendo consumidos por una gran
cantidad de la población mundial, especialmente en los países en vías de
desarrollo. La iniciativa de las regiones libres de OGM es una de las más
inteligentes que se han puesto en marcha en los últimos años. Desde el
escalón más pequeño, desde la granja más modesta, desde ayuntamientos y
comunidades de vecinos, los ciudadanos exigen que el terreno en el que
viven sea libre de transgénicos, ¿quién puede reprochárselo? Parece que
algunos se han aprendido la lección: "piensa globalmente, actúa
localmente".
¿Quién
decide lo que comemos?
¿Y qué
puedo hacer yo?
2) Propón a
tu ayuntamiento que se convierta en municipio libre de transgénicos.
3)
Greenpeace te invita a convertirte en observador u observadora de
transgénicos, y avisar a la organización en el caso que encuentres un
producto que no especifique si contiene o no OGM.
4)
Participa en la campaña No te comas el mundo, a favor de la soberanía
alimentaria y por el reconocimiento de la deuda ecológica.
¿Que es
esto?
La
creciente mercantilización de la agricultura es una realidad innegable a
día de hoy. La privatización de los recursos naturales, las políticas de
ajuste estructural, los procesos de “descampesinización” e
industrialización de los modelos productivos y los mecanismos de
transformación y distribución de alimentos nos han conducido a la actual
situación de crisis alimentaria.
En este
contexto, ¿quién decide lo que comemos? La respuesta es clara: un puñado
de multinacionales de la industria agroalimentaria, con el beneplácito de
gobiernos e instituciones internacionales, acaban imponiendo sus intereses
privados por encima de las necesidades colectivas. Ante esta situación,
nuestra seguridad alimentaria está gravemente amenazada.
NO LES
IMPORTAMOS
La supuesta
“preocupación” por parte de gobiernos e instituciones como el G8, G20,
Organización Mundial del Comercio, etc., frente al aumento del precio de
los alimentos básicos y su impacto en las poblaciones más desfavorecidas,
que mostraron en el transcurso del año 2008 en cumbres internacionales, no
ha hecho sino mostrar su profunda hipocresía. El actual modelo agrícola y
alimentario les reporta importantes beneficios económicos, siendo
utilizado como instrumento imperialista de control político, económico y
social respecto a los países del Sur global.
De todos
modos, la reforma del Comité de Seguridad Alimentaria (CSA) de la FAO es,
según La Vía Campesina, un paso adelante en la dirección de “democratizar”
las decisiones entorno la agricultura y la alimentación: “al menos este
espacio respeta la regla básica de la democracia, esto es, el principio de
“un país, un voto” y otorga un nuevo espacio a la sociedad civil”. Aunque
está por ver la capacidad de incidencia real del CSA.
Monopolios
La cadena
agroalimentaria está sometida, en todo su recorrido, a una alta
concentración empresarial. Si empezamos por el primero de los tramos, las
semillas, observamos como diez de las mayores compañías (como Monsanto,
Dupont, Syngenta, Bayer…) controlan, según datos del Grupo ETC, la mitad
de sus ventas. Las leyes de propiedad intelectual, que dan a las compañías
derechos exclusivos sobre las semillas, han estimulado aún más la
concentración empresarial del sector y han erosionado de base el derecho
campesino al mantenimiento de las semillas autóctonas y la biodiversidad.
La gran
distribución, al igual que otros sectores, cuenta con una alta
concentración empresarial. En Europa, entre los años 1987 y 2005, la cuota
de mercado de las diez mayores multinacionales de la distribución
significaba un 45% del total y se pronosticaba que ésta podría llegar a un
75% en los próximos 10-15 años. En países como Suecia, tres cadenas de
supermercados controlan alrededor del 95,1% de la cuota de mercado; y en
países como Dinamarca, Bélgica, Estado español, Francia, Holanda, Gran
Bretaña y Argentina, unas pocas empresas dominan entre el 60% y el 45% del
total. Las megafusiones son la dinámica habitual. Este monopolio y
concentración permite un fuerte control a la hora de determinar qué
consumimos, a qué precio, de quién procede, cómo ha sido elaborado.
Hacer
negocio con el hambre
En plena
crisis alimentaria, las principales multinacionales de la industria
agroalimentaria anunciaban cifras récord de ganancia. Monsanto y Du Pont,
las principales compañías de semillas, declaraban una subida de sus
beneficios del 44% y del 19% respectivamente en el 2007 en relación con el
año anterior. En la misma dirección apuntaban los datos de las empresas de
fertilizantes: Potash Corp, Yara y Sinochem, que vieron subir sus
beneficios en un 72%, 44% y 95% respectivamente entre el 2007 y el 2006.
Las procesadoras de alimentos, como Nestlé, señalaban también un aumento
de sus ganancias, así como supermercados como Tesco, Carrefour y Wal-Mart.
Mientras millones de personas en el mundo no tenían acceso a los
alimentos.