Stephanie Seneff, investigadora senior del MIT, ha presentado en colaboración con Greg Nigh un exhaustivo estudio, publicado en 2021 en la revista International Journal of Vaccine Theory, Practice and Research, que alerta acerca de los riesgos de las "vacunas" de ARNm para Covid producidas por Pfizer y Moderna. También explica la muy escasa probabilidad de que estas "vacunas" tengan seguridad o eficacia debido al proceso de producción.
Según los autores, los principales efectos graves y potencialmente mortales que están causando estas "vacunas" tienen que ver con la aparición de casos graves de «covid» fruto de la potenciación dependente de anticuerpos (ADE); hemorragia y accidente cerebrovascular; enfermedad inflamatoria multisistémica y efectos de autoinmunidad; trombocitopenia y problemas de coagulación; afectación de la función reproductora, activar el herpes zoster latente en el cuerpo, enfermedades priónicas, posibilidad de contagiar a no vacunados, entre otras.
Se trata de un estudio fundamental que, por su solidez y profundidad de análisis y por el prestigio y respaldo de sus autores se vuelve un pilar en la construcción de hipótesis que expliquen la mortalidad y los efectos secundarios de las "vacunas" contra el Covid-19. Traducimos el Resumen, en el cual se describen los efectos potenciales adversos y mortales de estas "vacunas" en un porcentaje, difícil de determinar aún, de quienes se las han aplicado.
RESUMEN
La operación Warp Speed permitió comercializar en Estados Unidos dos "vacunas" de ARNm, producidas por Pfizer y Moderna. Los datos provisionales sugerían una gran eficacia para ambas "vacunas", lo que ayudó a legitimar la autorización de uso de emergencia (EUA) por parte de la FDA.
Sin embargo, el movimiento excepcionalmente rápido de estas "vacunas" a través de ensayos controlados y hacia el despliegue masivo plantea múltiples preocupaciones de seguridad.
En esta revisión describimos primero la tecnología subyacente a estas "vacunas" en detalle.
A continuación, revisamos tanto los componentes como la respuesta biológica prevista para estas "vacunas", incluida la producción de la propia proteína de la espiga, y su posible relación con una amplia gama de patologías inducidas, tanto agudas como a largo plazo, como trastornos sanguíneos, enfermedades neurodegenerativas y enfermedades autoinmunes.
Entre estas patologías inducidas potenciales, discutimos la relevancia de las secuencias de aminoácidos relacionadas con la proteína priónica dentro de la proteína espiga. También presentamos una breve revisión de los estudios que apoyan el potencial de «derrame» de la proteína de la espiga, la transmisión de la proteína de una persona vacunada a una no vacunada, lo que resulta en síntomas inducidos en esta última. Terminamos abordando un punto común de debate, a saber, si estas "vacunas" podrían modificar o no el ADN de los vacunados. Aunque no hay estudios que demuestren de forma definitiva que esto ocurre, aportamos un escenario plausible, apoyado en vías previamente establecidas para la transformación y el transporte de material genético, por el que el ARNm inyectado podría incorporarse en última instancia al ADN de las células germinales para su transmisión transgeneracional. Concluimos con nuestras recomendaciones relativas a la vigilancia que ayudarán a aclarar los efectos a largo plazo de estos fármacos experimentales y nos permitirán evaluar mejor la verdadera relación riesgo/beneficio de estas nuevas tecnologías.
Introducción
"Sin precedentes". Esta expresión ha definido el año 2020 y la pandemia relacionada con el SARS-CoV-2.
Además de una enfermedad sin precedentes y su respuesta mundial, la COVID-19 también inició un proceso sin precedentes de investigación, producción, prueba y distribución pública de vacunas (Shaw, 2021). La sensación de urgencia en torno a la lucha contra el virus llevó a la creación, en marzo de 2020, de la Operación Warp Speed (OWS), el programa del entonces presidente Donald Trump para sacar al mercado una vacuna contra el COVID-19 lo antes posible. La OWS estableció algunos aspectos más sin precedentes de la COVID-19. En primer lugar, hizo que el Departamento de Defensa de EE.UU. colaborara directamente con los departamentos de salud de EE.UU. con respecto a la distribución de la vacuna. En segundo lugar, los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) colaboraron con la empresa de biotecnología Moderna en la introducción en el mercado de un tipo de vacuna sin precedentes contra las enfermedades infecciosas que utiliza una tecnología basada en el ARN mensajero (ARNm). La confluencia de estos acontecimientos sin precedentes ha dado a conocer rápidamente al público la promesa y el potencial de las vacunas de ARNm como nueva arma contra las enfermedades infecciosas en el futuro. Al mismo tiempo, los acontecimientos sin precedentes carecen, por definición, de una historia y un contexto que permitan evaluar plenamente los riesgos, los beneficios esperados, la seguridad y la viabilidad a largo plazo como contribución positiva a la salud pública.
Mientras que las promesas de esta tecnología han sido ampliamente anunciadas, los riesgos objetivamente evaluados y las preocupaciones de seguridad han recibido una atención mucho menos detallada.
Muchos aspectos del Covid-19 y del posterior desarrollo de la vacuna no tienen precedentes para una vacuna desplegada para su uso en la población general. Algunos de ellos son los siguientes:
1. Es la primera vez que se utiliza PEG (polietilenglicol) en una inyección
2. Es la primera vez que se utiliza la tecnología de la vacuna de ARNm contra un agente infeccioso
3. La primera vez que Moderna saca un producto al mercado.
4. La primera en que los oficiales de salud pública le dicen a quienes reciben la vacunación que esperen efectos adversos.
5. La primera en aplicarse públicamente sin más datos que los preliminares sobre su eficacia
6. La primera vacuna que no hace afirmaciones claras sobre la reducción de las infecciones, la transmisibilidad o las muertes
7. La primera vacuna contra el Sars-Cov-2 que se intenta aplicar en humanos
8. La primera inyección de polinucleótidos modificados genéticamente en la población general
El desarrollo de vacunas de ARNm contra enfermedades infecciosas no tiene precedentes en muchos aspectos. En una publicación de 2018 patrocinada por la Fundación Bill y Melinda Gates, las vacunas se dividieron en tres categorías: Simples, Complejas y Sin precedentes (Young et al., 2018). Las vacunas simples y complejas representaban aplicaciones estándar y modificadas de tecnologías de vacunas existentes. Sin precedentes representa una categoría de vacuna contra una enfermedad para la que nunca ha existido una vacuna adecuada. Las vacunas contra el VIH y la malaria son ejemplos. Como indica su análisis, representado en la Figura 1, se espera que las vacunas sin precedentes tarden 12,5 años en desarrollarse. Y lo que es aún más inquietante, se calcula que tienen un 5% de posibilidades de superar la fase II de los ensayos (para evaluar la eficacia) y, de ese 5%, un 40% de posibilidades de superar la fase III (para evaluar el beneficio para la población). En otras palabras, se predijo que una vacuna sin precedentes tenía un 2% de probabilidades de éxito en la fase de un ensayo clínico de fase III. Como dicen los autores sin rodeos, hay una «baja probabilidad de éxito, especialmente para las vacunas sin precedentes.» (Young et al., 2018)
Con esto en mente, dos años después tenemos una vacuna sin precedentes con informes de eficacia del 90-95% (Baden et al. 2020). De hecho, estos informes de eficacia son la principal motivación del apoyo público a la adopción de la vacunación. Sin embargo, Peter Doshi, editor asociado del British Medical Journal (BMJ), ha publicado un estudio sobre la eficacia de la vacuna y la cuestionable utilidad de los criterios de sus ensayos.
Un aspecto central de la crítica de Doshi a los datos preliminares de eficacia es la exclusión de más de 3400 «casos sospechosos de COVID-19» que no se incluyeron en el análisis provisional de los datos de la vacuna de Pfizer presentados a la FDA. Además, un porcentaje bajo, pero no trivial, de individuos en ambos casos de Moderna y Pfizer se consideraron positivos al SARS-CoV-1 en la línea de base, a pesar de que la infección previa era motivo de exclusión. Por estas y otras razones, la estimación provisional de eficacia de alrededor del 95% para ambas vacunas es harto sospechosa.
Según los autores, los principales efectos graves y potencialmente mortales que están causando estas "vacunas" tienen que ver con la aparición de casos graves de «covid» fruto de la potenciación dependente de anticuerpos (ADE); hemorragia y accidente cerebrovascular; enfermedad inflamatoria multisistémica y efectos de autoinmunidad; trombocitopenia y problemas de coagulación; afectación de la función reproductora, activar el herpes zoster latente en el cuerpo, enfermedades priónicas, posibilidad de contagiar a no vacunados, entre otras.
Se trata de un estudio fundamental que, por su solidez y profundidad de análisis y por el prestigio y respaldo de sus autores se vuelve un pilar en la construcción de hipótesis que expliquen la mortalidad y los efectos secundarios de las "vacunas" contra el Covid-19. Traducimos el Resumen, en el cual se describen los efectos potenciales adversos y mortales de estas "vacunas" en un porcentaje, difícil de determinar aún, de quienes se las han aplicado.
RESUMEN
La operación Warp Speed permitió comercializar en Estados Unidos dos "vacunas" de ARNm, producidas por Pfizer y Moderna. Los datos provisionales sugerían una gran eficacia para ambas "vacunas", lo que ayudó a legitimar la autorización de uso de emergencia (EUA) por parte de la FDA.
Sin embargo, el movimiento excepcionalmente rápido de estas "vacunas" a través de ensayos controlados y hacia el despliegue masivo plantea múltiples preocupaciones de seguridad.
En esta revisión describimos primero la tecnología subyacente a estas "vacunas" en detalle.
A continuación, revisamos tanto los componentes como la respuesta biológica prevista para estas "vacunas", incluida la producción de la propia proteína de la espiga, y su posible relación con una amplia gama de patologías inducidas, tanto agudas como a largo plazo, como trastornos sanguíneos, enfermedades neurodegenerativas y enfermedades autoinmunes.
Entre estas patologías inducidas potenciales, discutimos la relevancia de las secuencias de aminoácidos relacionadas con la proteína priónica dentro de la proteína espiga. También presentamos una breve revisión de los estudios que apoyan el potencial de «derrame» de la proteína de la espiga, la transmisión de la proteína de una persona vacunada a una no vacunada, lo que resulta en síntomas inducidos en esta última. Terminamos abordando un punto común de debate, a saber, si estas "vacunas" podrían modificar o no el ADN de los vacunados. Aunque no hay estudios que demuestren de forma definitiva que esto ocurre, aportamos un escenario plausible, apoyado en vías previamente establecidas para la transformación y el transporte de material genético, por el que el ARNm inyectado podría incorporarse en última instancia al ADN de las células germinales para su transmisión transgeneracional. Concluimos con nuestras recomendaciones relativas a la vigilancia que ayudarán a aclarar los efectos a largo plazo de estos fármacos experimentales y nos permitirán evaluar mejor la verdadera relación riesgo/beneficio de estas nuevas tecnologías.
Introducción
"Sin precedentes". Esta expresión ha definido el año 2020 y la pandemia relacionada con el SARS-CoV-2.
Además de una enfermedad sin precedentes y su respuesta mundial, la COVID-19 también inició un proceso sin precedentes de investigación, producción, prueba y distribución pública de vacunas (Shaw, 2021). La sensación de urgencia en torno a la lucha contra el virus llevó a la creación, en marzo de 2020, de la Operación Warp Speed (OWS), el programa del entonces presidente Donald Trump para sacar al mercado una vacuna contra el COVID-19 lo antes posible. La OWS estableció algunos aspectos más sin precedentes de la COVID-19. En primer lugar, hizo que el Departamento de Defensa de EE.UU. colaborara directamente con los departamentos de salud de EE.UU. con respecto a la distribución de la vacuna. En segundo lugar, los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) colaboraron con la empresa de biotecnología Moderna en la introducción en el mercado de un tipo de vacuna sin precedentes contra las enfermedades infecciosas que utiliza una tecnología basada en el ARN mensajero (ARNm). La confluencia de estos acontecimientos sin precedentes ha dado a conocer rápidamente al público la promesa y el potencial de las vacunas de ARNm como nueva arma contra las enfermedades infecciosas en el futuro. Al mismo tiempo, los acontecimientos sin precedentes carecen, por definición, de una historia y un contexto que permitan evaluar plenamente los riesgos, los beneficios esperados, la seguridad y la viabilidad a largo plazo como contribución positiva a la salud pública.
Mientras que las promesas de esta tecnología han sido ampliamente anunciadas, los riesgos objetivamente evaluados y las preocupaciones de seguridad han recibido una atención mucho menos detallada.
Muchos aspectos del Covid-19 y del posterior desarrollo de la vacuna no tienen precedentes para una vacuna desplegada para su uso en la población general. Algunos de ellos son los siguientes:
1. Es la primera vez que se utiliza PEG (polietilenglicol) en una inyección
2. Es la primera vez que se utiliza la tecnología de la vacuna de ARNm contra un agente infeccioso
3. La primera vez que Moderna saca un producto al mercado.
4. La primera en que los oficiales de salud pública le dicen a quienes reciben la vacunación que esperen efectos adversos.
5. La primera en aplicarse públicamente sin más datos que los preliminares sobre su eficacia
6. La primera vacuna que no hace afirmaciones claras sobre la reducción de las infecciones, la transmisibilidad o las muertes
7. La primera vacuna contra el Sars-Cov-2 que se intenta aplicar en humanos
8. La primera inyección de polinucleótidos modificados genéticamente en la población general
El desarrollo de vacunas de ARNm contra enfermedades infecciosas no tiene precedentes en muchos aspectos. En una publicación de 2018 patrocinada por la Fundación Bill y Melinda Gates, las vacunas se dividieron en tres categorías: Simples, Complejas y Sin precedentes (Young et al., 2018). Las vacunas simples y complejas representaban aplicaciones estándar y modificadas de tecnologías de vacunas existentes. Sin precedentes representa una categoría de vacuna contra una enfermedad para la que nunca ha existido una vacuna adecuada. Las vacunas contra el VIH y la malaria son ejemplos. Como indica su análisis, representado en la Figura 1, se espera que las vacunas sin precedentes tarden 12,5 años en desarrollarse. Y lo que es aún más inquietante, se calcula que tienen un 5% de posibilidades de superar la fase II de los ensayos (para evaluar la eficacia) y, de ese 5%, un 40% de posibilidades de superar la fase III (para evaluar el beneficio para la población). En otras palabras, se predijo que una vacuna sin precedentes tenía un 2% de probabilidades de éxito en la fase de un ensayo clínico de fase III. Como dicen los autores sin rodeos, hay una «baja probabilidad de éxito, especialmente para las vacunas sin precedentes.» (Young et al., 2018)
El lanzamiento de vacunas innovadoras es costoso y requiere mucho tiempo, con una baja proba- bilidad de éxito, especialmente para las vacunas sin precedentes (adaptado de Young et al, 2018) |
Con esto en mente, dos años después tenemos una vacuna sin precedentes con informes de eficacia del 90-95% (Baden et al. 2020). De hecho, estos informes de eficacia son la principal motivación del apoyo público a la adopción de la vacunación. Sin embargo, Peter Doshi, editor asociado del British Medical Journal (BMJ), ha publicado un estudio sobre la eficacia de la vacuna y la cuestionable utilidad de los criterios de sus ensayos.
Un aspecto central de la crítica de Doshi a los datos preliminares de eficacia es la exclusión de más de 3400 «casos sospechosos de COVID-19» que no se incluyeron en el análisis provisional de los datos de la vacuna de Pfizer presentados a la FDA. Además, un porcentaje bajo, pero no trivial, de individuos en ambos casos de Moderna y Pfizer se consideraron positivos al SARS-CoV-1 en la línea de base, a pesar de que la infección previa era motivo de exclusión. Por estas y otras razones, la estimación provisional de eficacia de alrededor del 95% para ambas vacunas es harto sospechosa.
Un análisis más reciente examinó específicamente la cuestión de la reducción de riesgo relativa frente a la absoluta. Mientras que las altas estimaciones de reducción del riesgo se basan en los riesgos relativos, la reducción del riesgo absoluto es una métrica más apropiada para que un miembro del público en general determine si una vacunación proporciona una reducción del riesgo significativa personalmente. En ese análisis, utilizando los datos suministrados por los fabricantes de vacunas a la FDA, la vacuna Moderna en el momento del análisis provisional demostró una reducción del riesgo absoluto del 1,1% (p= 0,004), mientras que la reducción del riesgo absoluto de la vacuna de Pfizer fue del 0,7% (Brown 2021).
Otros han planteado importantes cuestiones adicionales en relación con el desarrollo de la vacuna COVID-19, cuestiones con relevancia directa para las vacunas de ARNm revisadas aquí. Por ejemplo, Haidere, et. al. (2021) identifican cuatro «preguntas críticas» relacionadas con el desarrollo de estas vacunas, preguntas que son relevantes tanto para su seguridad como para su eficacia:
- ¿Las vacunas estimularán la respuesta inmune?
- ¿Las vacunas proporcionarán una resistencia inmune sostenible?
- ¿Cómo mutará el SARS-CoV-2?
- ¿Estamos preparados para los contragolpes de las vacunas?
La falta de ensayos preclínicos y clínicos estándar y extendidos de las dos vacunas de ARNm implementadas deja cada una de estas preguntas por responder con el tiempo. Sólo mediante la observación de los datos fisiológicos y epidemiológicos pertinentes generados por la administración a gran escala de las vacunas al público en general se podrán resolver estas cuestiones. Y esto sólo es posible si hay libre acceso a la información imparcial de los resultados, algo que parece poco probable dada la censura generalizada de la información relacionada con las vacunas debido a la necesidad percibida de declarar el éxito a toda costa.
Las dos vacunas de ARNm que ahora se están suministrando a la población general son la vacuna Moderna y la vacuna de Pfizer-BioNTech. Las vacunas tienen mucho en común. Ambas se basan en el ARNm que codifica la proteína de la espiga del virus del SRAS-CoV-2. Ambas recomiendan dos dosis espaciadas por tres o cuatro semanas, y recientemente hay informes de que son necesarias inyecciones de refuerzo anuales (Mahose, 2021). Ambas se administran a través de una inyección muscular, y ambas requieren un almacenamiento en congelación para evitar que el ARN se descomponga. Esto se debe a que, a diferencia del ADN de doble cadena, que es muy estable, los productos de ARN de una sola cadena son propensos a dañarse o quedar sin poder a temperaturas cálidas y deben mantenerse extremadamente fríos para conservar su eficacia potencial (Pushparajah et al., 2021). Los fabricantes afirman que la vacuna de Pfizer requiere ser almacenada a -94 grados Fahrenheit (-70 grados Celsius), lo que hace que sea muy difícil transportarla y mantenerla fría durante el tiempo que transcurre antes de su administración final. La vacuna Moderna puede almacenarse durante 6 meses a -4 grados Fahrenheit (-20 grados Celsius), y puede guardarse de forma segura en el frigorífico durante 30 días tras su descongelación (Zimmer et al., 2021).
(Fuente: https://ijvtpr.com/; visto en https://extramurosrevista.com/)
Otros han planteado importantes cuestiones adicionales en relación con el desarrollo de la vacuna COVID-19, cuestiones con relevancia directa para las vacunas de ARNm revisadas aquí. Por ejemplo, Haidere, et. al. (2021) identifican cuatro «preguntas críticas» relacionadas con el desarrollo de estas vacunas, preguntas que son relevantes tanto para su seguridad como para su eficacia:
- ¿Las vacunas estimularán la respuesta inmune?
- ¿Las vacunas proporcionarán una resistencia inmune sostenible?
- ¿Cómo mutará el SARS-CoV-2?
- ¿Estamos preparados para los contragolpes de las vacunas?
La falta de ensayos preclínicos y clínicos estándar y extendidos de las dos vacunas de ARNm implementadas deja cada una de estas preguntas por responder con el tiempo. Sólo mediante la observación de los datos fisiológicos y epidemiológicos pertinentes generados por la administración a gran escala de las vacunas al público en general se podrán resolver estas cuestiones. Y esto sólo es posible si hay libre acceso a la información imparcial de los resultados, algo que parece poco probable dada la censura generalizada de la información relacionada con las vacunas debido a la necesidad percibida de declarar el éxito a toda costa.
Las dos vacunas de ARNm que ahora se están suministrando a la población general son la vacuna Moderna y la vacuna de Pfizer-BioNTech. Las vacunas tienen mucho en común. Ambas se basan en el ARNm que codifica la proteína de la espiga del virus del SRAS-CoV-2. Ambas recomiendan dos dosis espaciadas por tres o cuatro semanas, y recientemente hay informes de que son necesarias inyecciones de refuerzo anuales (Mahose, 2021). Ambas se administran a través de una inyección muscular, y ambas requieren un almacenamiento en congelación para evitar que el ARN se descomponga. Esto se debe a que, a diferencia del ADN de doble cadena, que es muy estable, los productos de ARN de una sola cadena son propensos a dañarse o quedar sin poder a temperaturas cálidas y deben mantenerse extremadamente fríos para conservar su eficacia potencial (Pushparajah et al., 2021). Los fabricantes afirman que la vacuna de Pfizer requiere ser almacenada a -94 grados Fahrenheit (-70 grados Celsius), lo que hace que sea muy difícil transportarla y mantenerla fría durante el tiempo que transcurre antes de su administración final. La vacuna Moderna puede almacenarse durante 6 meses a -4 grados Fahrenheit (-20 grados Celsius), y puede guardarse de forma segura en el frigorífico durante 30 días tras su descongelación (Zimmer et al., 2021).
(Fuente: https://ijvtpr.com/; visto en https://extramurosrevista.com/)